Cuando niños tenemos muchas ilusiones en nuestra mente, algunos quieren ser bomberos, otros policías, médicos, enfermeras, etc. Conforme va pasando el tiempo estas ilusiones se disuelven y cada vez son menos. Una de mis grandes ilusiones de niña fue ser una bailarina de ballet, seguida de cerca tan solo por la idea de ser pianista.
Recuerdo que me vendaba los pies y daba saltos de un lado al otro por todos los rincones de mi casa, ensayaba los pasos que veía en la televisión y giraba sin cesar hasta quedar totalmente mareada. Recuerdo haberle pedido a mi mamá que me inscribiera en algún lugar donde enseñaran a bailar, pero en aquella época no habían escuelas de Ballet en Huanuco, es más creo que hasta ahora no las hay. Así que me conforme en dar vueltas por mi casa, alguna vez leí que para ser bailarina se iniciaba desde muy pequeña, la edad maxima eran los 10 años, recuerdo que cada año que pasaba traía a mi mente un pensamiento “Cuando cumpla 10 años ya no podré ser bailarina”. Paso el tiempo y mi anhelo de ser la primera bailarina de una gran elenco se durmió en el baúl de los recuerdos.
Cuando nació mi hermana vi la posibilidad de ver mi sueño realizado a través de ella, muchas veces ideaba como podíamos pagar las clases de baile, que viajaría por el mundo con ella para verla bailar y que seria su mayor admiradora. Recuerdo que jugábamos a las bailarinas y nuestra sala se convertía en un gran escenario donde nosotras éramos las mejores bailarinas del mundo. Los años pronto pasaron y el viejo sueño volvió nuevamente al baúl, yo vine a vivir a la capital y ella se quedo con mis padres en provincia. En aquel momento yo tenía dieciocho años y ella nueve.
En uno de mis pocos viajes de visita le prometí que cuando viviéramos juntas nuevamente la llevaría a ver una función de ballet, nos divertiríamos mucho y recordaríamos los días en lo cuales jugábamos de un lado al otro de la casa. Por razones de la vida no volvimos a vivir juntas de forma estable hasta que ella cumplió los diecisiete años.
Muchas veces planeamos asistir a las funciones del Ballet Municipal en el Teatro Segura, pero ya sea por falta de plata o falta de tiempo, nuestro plan se postergaba año por año. La semana pasada de la forma más casual e inesperada me llego una invitación para dos personas al estreno del Ballet “La hija de Faraón”, no lo pensé dos veces y confirme la invitación con nuestros nombres, le di la gran sorpresa a mi hermana y nos alistamos para el gran día.
El día de la función llegamos una hora y media antes al teatro y para sorpresa nuestra ya se había formado una pequeña cola para el ingreso, con el paso de los minutos la cola se fue haciendo más grande. A las 7.00 PM se abrieron las puertas del teatro, muy presurosas nos dispusimos a buscar asiento para disfrutar de la función. Las siguientes dos horas disfrutamos de un espectáculo maravilloso, aplaudimos en cada ejecución y nos dejamos llevar por la historia que nos contaba el baile. Al finalizar la presentación aplaudimos con gran emoción a todas las bailarinas y bailarines del elenco, pasamos a la pequeña recepción del teatro y nos divertimos mucho viendo como los asistentes perseguían a los mozos del servicio a fin coger la mayor cantidad de bocaditos posibles, para que puedan tener idea de la escena solo imaginen el ataque de fieras furiosas a su presa.
Tomamos una copa de vino para finalizar la noche y salimos del teatro más que satisfechas, con el corazón alegre y lleno de emoción, ahora prometo que volvere al teatro cada año para revivir el sueño de mi niñez y no lo dejare durmiendo en el baúl del olvido
Recuerdo que me vendaba los pies y daba saltos de un lado al otro por todos los rincones de mi casa, ensayaba los pasos que veía en la televisión y giraba sin cesar hasta quedar totalmente mareada. Recuerdo haberle pedido a mi mamá que me inscribiera en algún lugar donde enseñaran a bailar, pero en aquella época no habían escuelas de Ballet en Huanuco, es más creo que hasta ahora no las hay. Así que me conforme en dar vueltas por mi casa, alguna vez leí que para ser bailarina se iniciaba desde muy pequeña, la edad maxima eran los 10 años, recuerdo que cada año que pasaba traía a mi mente un pensamiento “Cuando cumpla 10 años ya no podré ser bailarina”. Paso el tiempo y mi anhelo de ser la primera bailarina de una gran elenco se durmió en el baúl de los recuerdos.
Cuando nació mi hermana vi la posibilidad de ver mi sueño realizado a través de ella, muchas veces ideaba como podíamos pagar las clases de baile, que viajaría por el mundo con ella para verla bailar y que seria su mayor admiradora. Recuerdo que jugábamos a las bailarinas y nuestra sala se convertía en un gran escenario donde nosotras éramos las mejores bailarinas del mundo. Los años pronto pasaron y el viejo sueño volvió nuevamente al baúl, yo vine a vivir a la capital y ella se quedo con mis padres en provincia. En aquel momento yo tenía dieciocho años y ella nueve.
En uno de mis pocos viajes de visita le prometí que cuando viviéramos juntas nuevamente la llevaría a ver una función de ballet, nos divertiríamos mucho y recordaríamos los días en lo cuales jugábamos de un lado al otro de la casa. Por razones de la vida no volvimos a vivir juntas de forma estable hasta que ella cumplió los diecisiete años.
Muchas veces planeamos asistir a las funciones del Ballet Municipal en el Teatro Segura, pero ya sea por falta de plata o falta de tiempo, nuestro plan se postergaba año por año. La semana pasada de la forma más casual e inesperada me llego una invitación para dos personas al estreno del Ballet “La hija de Faraón”, no lo pensé dos veces y confirme la invitación con nuestros nombres, le di la gran sorpresa a mi hermana y nos alistamos para el gran día.
El día de la función llegamos una hora y media antes al teatro y para sorpresa nuestra ya se había formado una pequeña cola para el ingreso, con el paso de los minutos la cola se fue haciendo más grande. A las 7.00 PM se abrieron las puertas del teatro, muy presurosas nos dispusimos a buscar asiento para disfrutar de la función. Las siguientes dos horas disfrutamos de un espectáculo maravilloso, aplaudimos en cada ejecución y nos dejamos llevar por la historia que nos contaba el baile. Al finalizar la presentación aplaudimos con gran emoción a todas las bailarinas y bailarines del elenco, pasamos a la pequeña recepción del teatro y nos divertimos mucho viendo como los asistentes perseguían a los mozos del servicio a fin coger la mayor cantidad de bocaditos posibles, para que puedan tener idea de la escena solo imaginen el ataque de fieras furiosas a su presa.
Tomamos una copa de vino para finalizar la noche y salimos del teatro más que satisfechas, con el corazón alegre y lleno de emoción, ahora prometo que volvere al teatro cada año para revivir el sueño de mi niñez y no lo dejare durmiendo en el baúl del olvido